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Federico Corriente In memoriam
Ignacio Ferrando
Ignacio Ferrando
Federico Corriente In memoriam
Al-Andalus Magreb, vol. 28, núm. 1, pp. 1-3, 2021
Universidad de Cádiz
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Federico Corriente In memoriam

Ignacio Ferrando
Universidad de Cádiz, España
Al-Andalus Magreb
Universidad de Cádiz, España
ISSN-e: 2660-7697
Periodicidad: Anual
vol. 28, núm. 1, 2021

Recepción: 28 Diciembre 2021

Aprobación: 28 Diciembre 2021


Pocas veces se siente una tristeza y un pesar tan agudos como los que nos atravesaron en el momento en que supimos del fallecimiento de nuestro querido maestro, Federico Corriente, del que tanto aprendimos y a quien tanto añoramos. Más punza la congoja de la muerte que alegra el gozo de un nuevo alumbramiento, como sabia y concisamente nos recuerda el insigne poeta Abū l-ˁAlāˀ al-Maˁarrī:

إن حزناً في ساعة الموت أضعاف سرور في ساعة الميلاد

Y es que varios son los motivos para el pesar y la congoja. No solo se trata del sentimiento que nos embarga por la pérdida de una persona de su innegable talla intelectual, con todos los hitos científicos que alcanzó y la copiosa producción que nos ha dejado, para estudio y deleite de generaciones de arabistas. No solo estamos hablando de las novedades y el giro definitivo que le dio a diversos ámbitos de investigación, tales como el de los étimos árabes de tantos y tantos arabismos en todas las lenguas del espectro románico, o el de la poesía estrófica andalusí, incluyendo las fundamentales y siempre controvertidas ḫarağāt (las mal llamadas jarchas) esas estrofillas de cierre de los poemas estróficos en forma de muwaššaḥ (más conocidas como moaxajas), además de sus imponentes ediciones y estudios de los siempre agudos cejeles de Ibn Quzmān, o el del haz dialectal andalusí, cuyo estudio tomó fuerza gracias a sus desvelos, y que hoy es pieza clave en los estudios de dialectología árabe histórica. No nos parece siquiera preciso hacer hincapié en el hecho de que Federico Corriente, con sus investigaciones, supuso una ruptura con las tendencias de la escuela del arabismo español, o más bien un soplo de aire fresco. Ni tan siquiera nos parece oportuno detenernos en esa otra labor suya, tan encomiable y constante, de impulso del estudio científico y riguroso de la lengua árabe, lejos de esa mirada superficial tan propia del arabismo de antaño y, por qué no negarlo, de hogaño. No. No se trata aquí de ensalzar la figura de Federico Corriente dentro del ámbito de los estudios árabes en España y en el mundo, ni de calibrar el valor añadido y novedoso que aportó, o los deslumbrantes méritos científicos que le adornaban y que lo han convertido, en nuestra modesta opinión, en el más señero representante del arabismo español e internacional.

Ha pasado más de un año desde el fallecimiento de Federico Corriente, pero todos los que hemos tenido la fortuna de conocerlo de cerca, de trabajar codo con codo con él, y de gozar de su amistad, seguimos rumiando esa impresión que dejó en nuestra almas, y creemos que difícil será que la olvidemos, por ser la huella que nos ha ido dejando firme e imborrable, tenaz y discreta a un tiempo.

Una de las facetas más encomiables de Federico Corriente era su tesón y su energía, su entrega paciente y minuciosa al trabajo diario. Se nos hace difícil imaginar un hombre de ciencia o un investigador que días tras día se vuelque con ese casi feroz entusiasmo con el que se volcaba Federico en sus tareas, en sus amplios y a un tiempo minuciosos y detallados estudios lingüísticos, en sus pesquisas etimológicas, en sus cuidadas ediciones de textos andalusíes, en su paciente labor lexicográfica y etimológica. De todos es sabida esa tremenda y esa insólita celeridad con las que iba cumpliendo con sus múltiples encargos y todo ello gracias a una capacidad de concentración y trabajo fuera de lo común. Gracias a su formación y sus conocimientos enciclopédicos, a su impecable manejo de los distintos registros de la lengua árabe y de muchas otras lenguas, pero sobre todo a la tenacidad y meticulosidad con la que se entregaba día tras día a su labor de investigación, Federico fue capaz de producir, en su fecunda vida académica, obras de hondo calado que sorprenden y admiran al lector, pues más bien se diría que han surgido de un sólido equipo de investigadores más que del magín de un solo autor. Así era nuestro maestro.

Otro aspecto que, nos parece, debe ser destacado aquí es el de la singular generosidad que encontraba todo aquel que llamaba a su puerta, tanto física como virtualmente, para pedir consejo científico. Tanto en su despacho de la facultad de Zaragoza, cara a cara, como detrás de la pantalla del ordenador, Federico iba resolviendo con precisión las muchas dudas lingüísticas que asaltaban a muchos colegas y discípulos de muy diversa extracción. Corregía sin desmayo traducciones del árabe al español y del español al árabe, así como ediciones de manuscritos, siempre aportando lecturas nuevas de pasajes dudosos que, las más de las veces, resultaban atinadas. Recurría para ello a su vasta erudición en lenguas semíticas para aclarar la procedencia e historia de voces árabes llegadas de oriente, y, de forma particular y brillante, palabras romances de procedencia árabe. A resultas de ello, hay un buen elenco de arabistas y romanistas que, aun sin conocerlo personalmente, le tienen en muy alta estima por los innegables servicios que les ha prestado desde la distancia. Y ese mismo espíritu de generosidad y nobleza es el que le animó a participar en varias obras colectivas de largo aliento en las que ofrecía lo mejor de sí mismo, sin cicatería ni reserva alguna. De ello podemos dar fe todos los que hemos colaborado con él en distintas publicaciones. Varios de quienes lean estas líneas dirán algo similar, y se congratularán de esta meritoria faceta de un hombre singular, a quien corresponde con justicia el apelativo de العلامة “el sapientísimo”.

Pasando al terreno de lo más personal, es de rigor hacer referencia al sentido de la hospitalidad y la amistad que adornaban a nuestro maestro. Durante muchos años, en muchos lugares y entornos distintos, era un verdadero placer asistir a una reunión de colegas, a menudo promovida y auspiciada por el propio Federico, con ocasión de algún congreso o seminario. Después de dejarse llevar un tanto por los placeres del yantar, y tras apurar alguna que otra copa de vino, fluía la conversación sobre muy diversos asuntos, entre ellos, natural pero no exclusivamente, los propios de la profesión del arabismo. Largas y salpicadas de risas y humor eran las tertulias en restaurantes, hoteles, y muy especialmente en el domicilio saracustí de Federico, donde recibía con gusto y agrado a sus colegas y amigos, en compañía de su querida Asunción. Y es que uno de los rasgos más señeros de su personalidad era un sentido del humor agudo y perspicaz, entre lo irónico y lo lúdico, con un punto ocasional de acidez que le daba color y que hacía, las más de las veces, las delicias de sus contertulios. Porque detrás de esa fachada seria, en ocasiones un tanto intimidante, se agazapaba un hombre amable y gentil, noble y dispuesto. Muchos colegas y discípulos, entre los que nos honra contarnos, conservarán por él, amén de la admiración por su extraordinaria labor científica, un hondo cariño y una profunda gratitud por esos magníficos momentos disfrutados en su compañía.

Se nos ha ido un hombre excepcional. De eso, nos tememos, iremos siendo más conscientes a medida que vaya pasando el tiempo. Pero toda la tristeza que sentimos no nos impide sentir, al mismo tiempo, una honda alegría al recordar a nuestro maestro. Ojalá seamos capaces de recoger su legado y afrontar las tareas que nos esperan con la misma fuerza, rigor y nobleza que él desplegó a lo largo de su vida. Allá donde esté, le damos las gracias a nuestro querido amigo y docto maestro, a nuestro Federico.

D.E.P.

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