Hachetetepé. Revista científica de Educación y Comunicación
nº21, 44-55, 2020
e-ISSN:2172-7910
Doi:10.25267/Hachetetepe.2020.i21.5
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NUEVAS MASCULINIDADES Y NARRATIVAS DE
EXCOMBATIENTES DE LAS FAR DESPUÉS DEL POSACUERDO
DE LA HABANA
NEW MASCULINITIES AND NARRATIVES FROM EX FARC MEMBERS
AFTER THE HAVANA PEACE AGREEMENT
NOVAS MASCULINIDADES E NARRATIVAS DOS EX-COMBATENTES DAS
FAR APÓS O ACORDO DE HAVANA
Brian Camelo Niño
Universidad Nacional de Colombia, Colombia
https://orcid.org/0000-0003-1037-2513
bacamelon@unal.edu.co
Recibido: 29 /07/2020 Revisado:13/08 /2020 Aceptado:14/08/2020 Publicado: 01/11/2020
Resumen: Este articulo recoge la investigación sobre las relaciones de las nuevas masculinidades
y la paz en el escenario de posacuerdo de La Habana con las FARC. El método de investigación
fue, en primera instancia un análisis documental y, después, una serie de siete entrevistas
semiestructuradas con hombres y mujeres activistas en la temática de nuevas masculinidades. En
las narrativas que presentaron los y las activistas se encontraron aspectos discursivos en común,
como masculinidades no hegemónicas, y dos categorías “criollas”, libertarias e insurgentes,
además, de su visión sobre la paz y la implementación del acuerdo firmado en La Habana. A partir
de la teoría de la paz imperfecta, se buscó resaltar la experiencia y los avances más importantes
que tiene la perspectiva relacional de género en la construcción de escenarios de convivencia más
pacíficos. Así mismo, fue explorada la creación de marcos discursivos para la construcción de
paz en Colombia.
Palabras claves: Paz; Masculinidades; Narratividad; Posacuerdo de La Habana;FARC.
Abstract: This article gathers information about the relationship between new masculinities and
peace in Colombia after the signing of the Havana Peace Agreement. The investigation started
with a literature review, followed by a series of semi-structured interviews with both female and
male activists of new masculinities. Based on the imperfect peace theory, the focus of this paper
is on the experience and advances of the relational perspective of gender in the construction of
peaceful coexistence scenarios. There were various common aspects among the activists’
narratives including non-hegemonic masculinity, two categories of creoles, libertarians and
insurgents, as well as their vision about peace and the implementation of the agreement signed in
Havana. In the same way, the creation of discursive frameworks for peacebuilding in Colombia
was explored.
Keywords: Peace; Masculinity; Narratives; Post Havana Peace Agreement; FARC
Resumo: Este artigo relata a pesquisa sobre as relações entre as novas masculinidades e a paz no
cenário seguinte ao acordo de Havana con as FARC. O método de pesquisa foi uma análise
documental e uma série de sete entrevistas semi estruturadas com homens e mulheres ativistas do
tema de novas masculinidades. A partir da teoria da paz imperfeita se buscou enfatizar a
experiencia e os avances mais importantes da perspectiva relacional de género na construção de
cenários de convivencia mais pacíficos. Nas narrativas que se apresentaram, as(os) ativistas
tiveram aspectos discursivos em comum, como as masculinidades não hegemónicas, e duas
categorías locais, libertarias e insurgentes, assim como sua visão sobre a paz e a implementação
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do acordo assinado em Havana. Da mesma forma, foi explorada a criação de marcos discursivos
para a construção da paz na Colômbia.
Palavras-chave: Paz; Masculinidades; Narrativa; Acordó de Havana; FARC.
Cómo citar este artículo: Camelo, B. (2020). Nuevas masculinidades y narrativas de
excombatientes de la Far después del posacuerdo de La Habana. Hachetetepé. Revista científica
en Educación y Comunicación, (21), 44-55. https://doi.org/10.25267/Hachetetepe.2020.i21.5
1.INTRODUCCIÓN
Este artículo es un acercamiento a las masculinidades no hegemónicas en el
contexto colombiano de posacuerdo con la guerrilla de las FARC en La Habana y sus
luchas por construir la paz. Así mismo, es un intento por descifrar las nuevas formas de
ser hombre o, en su defecto, retirarse de la esfera de privilegios en la que se ubica al varón
en el ordén hetero patriarcal. No sólo se pretende construir conocimiento desde los
distintos caminos que han sido recorridos por activistas en la lucha por la igualdad de
género, es también, en sí mismo, un ejercicio por acercarse al lado más humano de la
emocionalidad y afecto en las ciencias sociales.
En medio de múltiples escenarios, se desarrollan masculinidades que están en
consonancia con juicios éticos y morales establecidos desde las dinámicas sociales
propias de cada contexto. El sistema patriarcal impone una serie de valores que están en
conformidad con el sistema económico capitalista y neoliberal “ser hombre es , de
entrada, hallarse ante una posición que implica poder”(Bourdieu, 1996, p.21). En medio
de una matriz que involucran el capital monetario, el capital simbólico, el capital erótico,
valores como la justicia social, la igualdad de los géneros, el derecho a cuidar de los otros,
quedan en un segundo plano.
En este sentido, la firma de la paz en Colombia y su búsqueda se vio revitalizada
con el impulso del género y el papel de las mujeres. En el acuerdo de paz que se firmó en
La Habana se presentaron varios aspectos excepcionales dentro de los cuales cabe señalar
el papel activo de las mujeres para “establecer” el enfoque de género como un elemento
indispensable para realizar el acuerdo de paz, siendo pionero, no solo en la historia de
Colombia sino a nivel mundial.
Uno de los aspectos más interesantes del acuerdo de paz en La Habana es como
hoja de ruta para consolidar una paz estructural y simbólica en Colombia, que se inicia
con un análisis histórico de las condiciones que han favorecido la génesis, mutación y
perpetuación de la violencia durante los dos siglos de vida republicana que lleva el país.
Según el profesor Moncayo (Estrada y Jiménez, 2019) para hacer un análisis del proceso
de paz en Colombia es necesario primero estudiar el modelo económico en el que se
consolidó el conflicto armado, que es el capitalismo a partir de la acumulación de la tierra
en pocas manos, con un proceso de distribución de la riqueza profundamente desigual y
el surgimiento de dos bloques, el insurgente y el contrainsurgente. Con la firma del pacto
de La Habana se buscó generar un nuevo orden social que contribuyera a cerrar las
brechas que existían dentro de la población en cuanto a ingresos y oportunidades de
desarrollo en el ámbito rural y urbano. La paz a la que le apostaba el gobierno de Juan
Manuel Santos en sus inicios era excesivamente básica o sin garantías para las FARC,
una paz negativa que sólo implicaba el desarme, la desmovilización y la reintegración de
la insurgencia en la vida civil (Estrada y Jiménez, 2019). Sin embargo, con el acuerdo
base de los seis puntos que se firmó y los tres ejes transversales se logró entregar al país
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una hoja de ruta que permitía salir de las condiciones sociales del atraso que lo habían
llevado a la guerra y se daban las garantías políticas a los y las excombatientes de
participar en la creación de un orden social nuevo.
El enfoque de género fue un avance que tuvieron que dar las mujeres, la academia
y representantes del gobierno que se construa partir de la experiencia de la vida
guerrillera y el dialogo con sectores del gobierno y organismos internacionales como
ONU Mujeres. El punto sobre género fue uno de los aspectos álgidos del acuerdo, debido
a la reacción en contra por parte de los sectores más conservadores y su alianza con grupos
religiosos del escenario de la derecha en Colombia que lograron, incluso, que en una
votación histórica no se ratificara por la vía de las urnas. Finalmente, se logró salir
adelante, reconociendo la necesidad de su trasversalidad.
Inmersos en la temática del género, está el papel de los varones en la construcción
de un escenario más equitativo en cuanto a funciones y roles sociales que se deben
desempeñar en los nuevos escenarios de la vida civil. Se parte de la premisa de las
masculinidades no hegemónicas como aspecto esencial para construir relaciones de
convivencia comunitarias que ayuden a construir una paz real.
1.1.La paz y su relación con el género
Comprendemos que el abordaje de la paz debe ser desde un campo transdisciplinar
que se abre a todas las materias que puedan contribuir de forma significativa a su
interpretación. Así mismo, creemos que a partir de las entrevistas con personas que hayan
abordado la temática podemos hacer que sea expuesta desde la praxis:
La paz participa de lo real, pero ella misma se superpone a lo real; participa del
sujeto, pero determina al sujeto y es éste quien aplica o la disfruta. Está reflejada
en el lenguaje y es constituida por el lenguaje. Es una institución cultural y las
culturas la instituyen y destituyen. Y, en consecuencia, puede y debe ser mirada
desde una «praxis» que toma dimensiones prácticas reelaboradas desde la
internalización emocional, cognoscitiva y teórica. (Muñoz, 2001, p.31)
De esta manera, el concepto de paz imperfecta se muestra fecundo para abordar el
proceso de paz en Colombia por el reconocimiento de la conflictividad como un proceso
inherente de las relaciones humanas. Ya, en la década de 1980, Zuleta (1991), siguiendo
a Kant, decía desde Colombia que sólo un pueblo escéptico con la fiesta de la guerra y
maduro para el conflicto merece la paz. Desde esta visión, el conflicto es inherente a las
relaciones humanas, siendo, lo que diferencia a una sociedad de las demás, la forma en la
que sus ciudadanos dirimen sus diferencias, por la violencia o por medio del dialogo y
otros elementos.
La paz imperfecta se apoya en cuatro aspectos que es importante resaltar: Primero,
es alcanzable, no tiene que ser algo ideal, alejada, o tiene que cumplir con unos requisitos
esenciales (idílicos); segundo, nos ayuda a visibilizar pequeñas experiencias de paz que
construyen una paz mayor; tercero, nos ayuda a planificar futuros donde la imperfección
de los seres humanos, sus pasiones y sus conflictos tienen cabida; cuarto, su contenido
prospectivo nos posiciona para ver los posibles escenarios futuros que puede tener la paz
imperfecta.
Igualmente, el acuerdo de paz de La Habana es pionero en la historia, en cuanto es
el primero en el que se logró implementar de forma exitosa el enfoque de género en las
130 medidas afirmativas que contempló para promover la igualdad de derechos de
hombres y mujeres. Para que se logrará el enfoque transversal de género en el acuerdo de
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paz de La Habana fue necesario que existiera una matriz internacional de leyes y
protocolos que surgió desde la década de 1990 en las inquietudes que planteó la
declaración y plataforma de Beijing, la declaración de Windhoek y, finalmente, las
directrices establecidas por el Consejo de Seguridad del ONU en la resolución 1325 del
2000. Además, del compromiso político de toda la comunidad internacional y avances
propios que habían realizado las FARC en cuanto al género.
1.2.Masculinidades y violencia en Colombia
La masculinidad y la violencia en Colombia se mueven en múltiples tensiones:
educación y cultura, la violencia pública y la privada, la territorialización de la guerra en
el cuerpo, violencia sexual, etc. De las casi 25000 víctimas que existen de la violencia
sexual, la abrumadora mayoría son mujeres, lo que nos lleva a preguntarnos ¿Por qué la
violencia es ejercida mayoritariamente por hombres? Para iluminar el debate, Raewyn
Connell (2013), nos ofrece las siguientes variables que contribuyen a fomentar un
ambiente masculino tóxico:
1. El desprecio social de las mujeres. Las culturas patriarcales definen a los
hombres como más importantes que las mujeres, y enseñan visiones
estereotipadas acerca de para qué sirven y cómo deberían comportarse las
mujeres. Existen profundas raíces históricas de misoginia en el colonialismo y la
religión, pero algunas son bastante actuales, de lo cual es un ejemplo la
pornografía.
2. La hegemonía de una forma de masculinidad que enfatiza el poder y la
dominación, y un sentido entre hombres de un derecho a ejercer su poder sin
restricción, dentro de la familia o fuera de ella.
3. Un ambiente que respalda la violencia de género. Esto incluye los medios de
comunicación saturados con violencia, el apoyo entre pares a la violencia entre
hombres y a la impunidad frente a las acciones violentas. (p. 263)
De la misma forma, Millán, et al. (2015) realizaron algunos talleres en la zona de
Buenaventura, encontrando hallazgos significativos que nos pueden ayudar a comprender
la dimensión cultural y la relación de las masculinidades mal llevadas con la violencia en
un contexto de abandono estatal. Las mujeres que participaban en el taller mostraban
inquietud respecto a los juegos en los que participaban sus hijos, en los que era común
que los niños jugaran a perseguir a las niñas con un palo, que simula ser su pene y las
niñas corren, para evitar las violaciones. Otro juego común, era el de “ser propietarios de
casas de pique” que es donde descuartizan a las personas después de asesinarlas, para
hacer desaparecer su cuerpo. A través de juegos y lecturas que hacen de su compleja
realidad los sectores más desfavorecidos de la sociedad colombiana empiezan a cultivar
una subjetividad masculina guerrera que a su vez genera feminidades cosificadas en el
complejo mundo de las relaciones de género en una economía de guerra:
A los 12 años me gustaba llegar de la jornada de trabajo y ser parte de alguna de
las bandas que teníamos con mis amigos: hacíamos pistolas con palos y caucheras,
nos vengábamos de los que considerábamos nuestros enemigos y, a veces,
dejábamos amarrado en un árbol a algún niño que nos cayera mal. Era un juego.
Eso pensábamos, hasta que los ‘paras’ nos vieron e intentaron reclutarnos. (Rubio,
2013, p.21)
Las economías de guerra que se han consolidado en lugares donde existe escasa
presencia del Estado ayudan a que los niños y niñas vean las armas, los uniformes y la
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violencia como símbolo de prestigio y única manera de lograr escalar socialmente. La
cultura queda relegada a los símbolos de prestigio de la guerra. En los grupos
paramilitares un ejemplo fue la “cosificación” y el “prestigio” que daba tener muchas
mujeres, como lo expuso un excombatiente de las Autodefensas Unidas de Colombia;
“En este país tener un arma es ser un hombre con poder, poder salir con las mujeres más
“bonitas” y vestirse bien” (Theydon, 2009, p.13).
Las masculinidades en la guerra forjan nuevas formas de performatividad, como
las exploradas por la antropóloga Theydon Kimberli (2009) en las caras de los
combatientes, la máscara del guerrero, que implican posturas de tensión que generan en
las relaciones sociales con los otros; miedo, odio, etc. Estas formas de performatividad
operan en todo el entramado social, y esto se evidencia en las narraciones que realizó la
antropóloga de sus encuentros con hombres pertenecientes a grupos paramilitares, desde
el trato que les daban en la recepción del hotel, hasta la forma en la que los miraban, que
es una mezcla de miedo y prestigio.
Dentro de las masculinidades hegemónicas, Muñoz-Onofre (2011, p.92) creó la
categoría analítica de masculinidades bélicas, para entender cuál es el contexto que
facilitó la aparición de este conjunto cultural y de prácticas en los varones colombianos:
- Cohabitación de las comunidades rurales con los grupos armados irregulares.
- Presencia normalizada de la figura modélica del combatiente armado (sea este
soldado regular, paramilitar o guerrillero).
- Juegos bélicos practicados durante la infancia.
- Obligación de desempeñar labores agrícolas pesadas en edades tempranas.
- Maltrato recibido en la familia, entre las más importantes.
Si bien, este es el caldo de cultivo para las masculinidades bélicas, también se van
consolidando en relación con una serie de valores que son importantes durante el
adiestramiento militar: Aguante físico, endurecimiento emocional, normalización de la
muerte, pruebas de fidelidad al grupo, indiferencia frente al sufrimiento de otros,
capacidad de matar, etc. Este conjunto de valores se ven replicados en todos los ejércitos
que se involucraron en la guerra en Colombia; Fuerzas armadas, Paramilitares, Guerrillas
y cuerpos privados de seguridad.
Finalmente, todo lo anterior, nos lleva a determinar que las masculinidades
guerreras no sólo están presentes en los combates armados, sino, también en la
cotidianidad y la cultura. Las masculinidades toxicas atraviesan desde los juegos de los
niños, hasta la performatividad de los combatientes, pasando por la apropiación y
reproducción cultural que se da en las poblaciones más desfavorecidas y alejadas del
centro económico y político de Colombia.
En el otro lado del espectro, se encuentran con un menor uso de los medios de
comunicación y menos visibilidad las masculinidades disidentes o alternativas. En este
momento en Colombia existen más de treinta iniciativas colectivas que intentan cambiar
la forma de ser hombres desde una matriz de valores totalmente opuestos a las
masculinidades hegemónicas guerreristas que se han impulsado históricamente desde el
statu quo colombiano.
En el ámbito de las intervenciones sociales y políticas, se encuentra el Colectivo
Hombres y Masculinidades, que de manera ininterrumpida desde 1994, adelanta
labores en distintas partes del país, junto a otras veintiséis iniciativas. Entre ellas
están el Grupo de Nuevas Identidades Masculinas del Suroeste Antioqueño, el
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Grupo de Hombres de Casitas Bíblicas / Bogotá, el Colectivo (juvenil) Sin
Fronteras/ Bogotá, los grupos de TransMasculinidades / Bogotá, el Equipo
Masculinidades Caribe, el Círculo de Hombres y Taller Abierto/ Cali, Hombres
en Marcha /Pasto, Machos Afectivos /Manizales, y Grupo Combos/ Medellín.
Para ir articulando estas experiencias, los distintos grupos y personas activistas
han confluido en espacios como la Red Colombiana de Masculinidades por la
Equidad de Género, la Red Colombiana de Masculinidades No Hegemónicas, y
la Mesa Nacional de Masculinidades Corresponsables y No Violentas (Arroyave,
2018, p.2)
Estas iniciativas tienen como puntos en común sus posturas criticas ante el sistema
capitalista, patriarcal y colonial. Dentro de estas otras formas de ser hombre mediadas por
diversos adjetivos que encierran las características están; Nuevas Masculinidades, No
Hegemónicas, No Violentas, Masculinidades Corresponsables, Alternativas,
Liberadoras, Libertarias, y una categoría relativamente nueva que es la de insurgentes.
2. METODOLOGÍA
Para la elaboración de este trabajo elegimos, la investigación cualitativa.
Consideramos que el conocimiento del entorno social y las circunstancias históricas que lo
han configurado son factores decisivos en la configuración de prácticas nuevas y
alternativas culturales que desemboquen en una sociedad más justa en términos
estructurales. Así mismo, los investigadores y los investigados a partir de la interacción
descubren nuevos escenarios de interpretación, liberación y transformación social.
Se eligió la entrevista semiestructurada como técnica de recolección de la
información debido a que nutre la reflexión a partir de las experiencias de los y las
activistas en nuevas masculinidades. Es un método que ayuda en la comprensión de los
mundos de la vida que han ido tejiendo los hombres y mujeres que participan activamente
en los debates sobre paz, género y política.
Además, permite la interacción del investigador con los y las investigadas: “este
tipo de entrevista facilita la recolección y el análisis de saberes sociales cristalizados en
discursos, que han sido construidos por la práctica directa y no mediada de los
protagonistas” (Tonón,2008, p. 50). El hecho de elaborar una serie de preguntas abiertas
permite al investigador una mayor flexibilidad en la profundización de acuerdo con el
dialogo que se vaya tejiendo y las inquietudes de los entrevistados. El mundo de la vida
de los entrevistados es puesto en común a partir de inquietudes que generan una revisión
biográfica. Se ponen en juego, entonces, los universos culturales y experiencias de los
dos sujetos que se ven e intercambian conocimientos.
El ambiente abierto de la entrevista semiestructurada facilita que los sujetos de la
investigación exploren líneas de comprensión de la realidad que el investigador no había
tenido en cuenta. Además, “es una técnica que facilita la libre manifestación de los sujetos
de sus intereses informativos (recuerdo espontáneo), sus creencias (expectativas y
orientaciones de valor sobre las informaciones recibidas) y sus deseos” (op cit, p.53) todo
esto en un ambiente de información que no sólo incluye la oralidad, sino, también la
proxémica, la entonación, e incluso los silencios.
En la elaboración de la entrevista semiestructurada se tomaron cuatro categorías
que se expusieron en las cuestiones de la investigación: Concepto de la masculinidad,
relación con la política, posibilidades de transformación y relación con la paz.
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3. RESULTADOS
En los aspectos en común encontramos que para todas las entrevistadas y
entrevistados las masculinidades son construcciones culturales, alejándose de la visión
biológica de la sexualidad. Una categoría que es abordada en todos los discursos es la de
masculinidades hegemónicas o tóxicas, excepción realizada por el grupo que trabaja en
las FARC que tienen en paralelo un discurso sobre la masculinidad de la vida civil, en
contraposición, a la que llevaban en la vida guerrillera y la que encontraron después del
proceso de paz cuando se reintegraron, que, a pesar de no ser teorizada, se acerca mucho
a la teoría de Connell:
Desde la insurgencia esos logros que habíamos tenido en igualdad entre hombres y
mujeres empezamos a verlos esfumarse con la reincorporación y con el proceso de paz
paradójicamente, eh, empezamos a retroceder entonces era una cuestión como más
interna y como más de ver lo que estábamos perdiendo. (Víctor, militante partido
FARC, comunicación personal, 17 enero 2020).
Desde el proceso de reincorporación se presentan temas delicados en el asunto de
género. Algunas de nuestras compañeras comenzaron a caer de nuevo en los
estereotipos de género, entonces las mujeres que eran políticamente muy activas
empezaron a estar en la casa, con el cuidado de los niños, lavado de ropa, ese tipo de
cosas y los manes (hombres) ya no querían hacer nada. En la guerrilla la distribución
de tareas era muy equitativa. Hubo escenarios de violencia intrafamiliar, también,
cosas que antes no se daban dentro de la organización porque existían unas normas en
torno a eso y eran estrictas. Entonces los manes comenzaron a decir que las nenas
(mujeres) que trabajábamos en género les lavábamos la cabeza.
(Silencio)
Entonces decidimos que, que, si no nos dejaban entrar, teníamos que empezar a
realizar un trabajo con los hombres. (Angélica, Militante partido FARC, comunicación
personal, 17 de enero del 2020)
En el contexto colombiano, el tema la masculinidad hegemónica ha permeado
todos los escenarios de socialización. El discurso se vive en grados distintos, dependiendo
del contexto en el que se desenvuelvan los sujetos, campesinos o urbanos, pero, existen
tópicos comunes que determinan que los hombres entren en dinámicas de poder vertical
mediadas por su sexo, existe una ritualidad asociada a la dominación masculina, Bourdieu
(1996).
Cuando se produce la desmovilización de las FAR en el espacio de la vida civil ya
hay una subcomisión de nero, y la inquietud en torno a como se va a hacer el trabajo
en la sociedad civil. Por eso, en el momento en el que se detectan las violencias de género,
la vinculación de las mujeres solo al trabajo doméstico, y su relegación a la esfera de lo
privado existe una respuesta por parte del partido que es la implementación de la
subcomisión de nuevas masculinidades.
Siguiendo a Muñoz y Jiménez (2009), se podría hablar acerca de la existencia de
una paz imperfecta de género en la cultura guerrillera, previa a la firma del acuerdo de
paz en La Habana, en sus palabras:
Es hablar en primer lugar, de todas las instancias de paz, por muy pequeñas y
aisladas que sean o estén, de las que forma parte el género, sean las protagonistas
las mujeres, los hombres o las relaciones entre ellos. La paz imperfecta de género
es imprescindible para reconstruir el poder, el empoderamiento, de las mujeres”
(p.424).
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Las mujeres farianas (militantes femeninas de las FARC) tenían elementos de
empoderación, en las labores realizadas durante su periodo activo en las FARC EP, es
decir, se habían descubierto a sí mismas como actoras políticas, no simples entes pasivos.
Su papel como guerreras también contribuyó a general un rol activo dentro de la
organización que no se encontraba restringido a la economía doméstica del cuidado.
No sobra decir que en el contexto de la guerra se presentó también violencia de
género por parte las FARC EP. Sin embargo, en la práctica, para los y las entrevistadas
se hizo indispensable ver el género desde una postura relacional critica con los valores
hegemónicos construido en la sociedad civil.
En ese sentido, la masculinidad es vista por los y las entrevistados como una
categoría que se desarrolla en las interacciones que tiene el varón con su entorno. Siendo
la primera, la hegemónica, que se ancla en una estructura de valores sociales que va en
consonancia con el estilo de vida en el que se desenvuelven, en el caso de la sociedad
civil a la que llegaron después del proceso de paz de La Habana, individualista,
capitalista, en oposición, al comunitario guerrillero que llevaban.
Con relación a las fuentes particulares, que nos brindaron nuestros y nuestras
entrevistados, es necesario examinar que no todos tienen que ver directamente con el
trabajo de masculinidades, sino, que provienen de otras vertientes, de las cuales se nutren:
Michael Kaufman, Wilhelm Reich, Alexander Lowen, Rolando Toro, Alejandro
jodorowsky, Rodolfo kush, Carlos Ivan García, Manuel Roberto Escolar, José Fernando
Serrano, Rita Segato.
Así mismo, las nuevas masculinidades en Colombia han desarrollado un proceso
de convergencia, donde se dan citas, los autores latinoamericanos de la filosofía de la
liberación, el teatro del oprimido, la psicomagia, la biodanza, las teorías indígenas del
buen vivir en la categoría de masculinidades libertarias o liberadoras. En el mismo
sentido, se encuentran las experiencias de la milicia en la guerrilla, donde los hombres
pasan de ser insurgentes en armas a serlo en la sociedad civil, en la medida en que ven un
modelo económico opresor con mujeres y hombres. En cuanto a los adjetivos de las
masculinidades estudiadas, hay dos que son particularmente relevantes para nuestro
estudio, liberadoras o libertarias e insurgentes.
En este orden de ideas, después de la implementación del acuerdo de paz en las
entidades territoriales se estaba dando un proceso de enajenación en los excombatientes
que olvidaron las prácticas igualitarias de la vida comunitaria lo que llevó a la comisión
de género a pensar en una nueva masculinidad que acompañara al feminismo insurgente
en su lucha por una sociedad distinta, al menos en los Espacios territoriales de
capacitación y reincorporación (ETCR).
Entonces empezamos a formar a los chinos, bueno, viejos (risas) y de ahí surg
un grupo base de veinte manes. Ellos van a hacer parte del primer encuentro
nacional de masculinidades insurgentes. De ese encuentro surgió también, un plan
de trabajo. Entonces la idea es que en cada ETCR se trabaje en género y
masculinidad insurgente. (Angelica, militante partido Farc, comunicación
personal, 15 de enero del 2020)
En este sentido, consideramos que ser activista en masculinidades nuevas en
Colombia pasa por la conciencia del cuerpo como territorio, su “relacionalidad” con la
familia, el padre, la madre y la sociedad. En un segundo momento, se encuentra su
“emocionar”, el desear, sentir, odiar, querer, amar nuevas formas de ser y existir como
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hombres y mujeres. Y el último estadio, que sería el de racionalizar, entendido como la
capacidad de pensar por mismo, ponerse en el lugar del otro u otra y ser consecuente
con los ideales que se traducen en el deber político de participar en la construcción de
nuevas relaciones, palabras, contextos en el campo de la cultura, transformando y tocando
las relaciones de poder.
De la misma forma, La política y lo político son escenarios que permean el
discurso de todos los y las activistas en masculinidades. La categoría de “urgente” se
impone a la de “importante” en varios de los discursos estudiados, además, de la
preocupación por la lucha contra el patriarcado. Así mismo, no se ven las nuevas
masculinidades como confrontativas con el discurso feminista, incluso, dos de las
entrevistadas se mueven en la frontera del género en todas sus variantes y las políticas
con relación a la sexualidad.
Yo creo que es absolutamente importante, necesaria y urgente, sobre todo
digamos las acciones deliberadas que permitan replantear las lógicas masculinas,
instaladas en la cultura, en la academia, en la política, en la vida doméstica. Sí, es
importante y por qué razón es importante porque al analizar y al ver las maneras
cómo operan las lógicas de género en sociedades como las nuestras encontramos
que definitivamente allí ópera una gica masculina hegemónica dominante
patriarcalizada. (Javier, Hombres y masculinidades, comunicación personal, 11
de mayo del 2020)
La categoría de análisis de masculinidad insurgente donde nos ubicamos nosotros
parte de una razón principal: uno, identificar el patriarcado como sistema de
dominación, sí, e identificar la masculinidad como una de las culturas que sirve
de herramienta para establecer y darle continuidad a ese mismo sistema patriarcal.
Eh, que igual forma como patriarcado también sirve para dar legitimidad y seguir
estableciendo el estatus quo del capitalismo, sí, entonces en esas razones nosotros
creemos que plantearnos o repensarnos nuestra masculinidad desde una
motivación insurgente hace que se piensen los cambios y las transformaciones
sociales, entonces eso lo hace político. (Alejandro, activista partido FARC)
En los y las activistas se evidenció que el acuerdo de paz de La Habana fue un
avance a nivel jurídico, pero, lo que se buscaban en realidad, es una paz, de tipo más
estructural, que implique un dialogo y un desarrollo con sectores campesinos, con lo más
desfavorecidos en el territorio nacional a partir de elementos como la justicia social.
Creo que tenemos que trabajar muy intensamente, esta apuesta es muy grande,
tiene resonancias y tiene implicaciones sociales y políticas muy grandes ante un
Estado y una clase política como la que tenemos que sabemos que no cuenta con
la voluntad política del adelantar proyecto de transformación social significativa.
(Javier, activista, Hombres y masculinidades, comunicación personal, 11 de mayo
de 2020)
Así mismo, en el siguiente relato de Alejandro, sobre qué considera la paz, se tejen
la sensación interior, el reencuentro con lo social, y la necesidad de una paz estructural
entendida como potencialidad de transformación de las condiciones sociales para el
desarrollo. Hay una visión interna que se expande al reencuentro con los otros y finaliza
en un análisis de las condiciones estructurales que se necesitan para que se dé la paz real
en los territorios:
Ayer yo estaba en el Guaviare y tuvimos un tiempo y nos fuimos al río, a los caños
a descansar, a pasear, y el vuelo de nosotros era como a las 4 de la tarde y era ya
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como las 2 .Y yo estaba todavía en el caño metido y me decía la compañera que
pues rápido, que nos fuéramos porque íbamos a perder el vuelo, porque los afanes
y entonces, pues yo estaba, pues ahí metido viendo los pescaditos, con las patas
ahí entretenido, viendo, pendejeando, entonces yo me asomé, yo saqué la cabeza
y le dije no, no, compañera a nosotros también nos prometieron la paz y para
esto es paz, estar aquí tranquilo sí, entonces con esa analogía tan sencilla de que
primero a nosotros desde la clandestinidad también se nos prometió una paz que
está llegando de otras maneras, no con el proceso de reincorporación, sino con la
forma de vernos con el hermano, vernos con la hermana con toda la insurgencia
que estuvo peleando en el monte por nosotros por Colombia, ese abrazo fraterno
de la paz sí?, ese volvernos a encontrar, y nos encontramos cada día con gente que
uno hace muchos años no veía y eso es alegría y eso es paz, es la paz del silencio
de los fusiles y de la guerra, sí? que qué quisiera yo que fuera la paz? pues mayor
amplitud y oportunidades para la gente, para el campesinado colombiano,
oportunidades de progreso por proyectos productivos que permitan pensarse de
forma diversa y crítica la participación de hombres y mujeres e infancias en la
construcción de esos territorios de paz pero pues ahí para allá es más complicado.
(Alejandro, militante, partido FARC)
4. DISCUSIONES Y CONCLUSIONES
Los principales discursos que se evidenciaron en los y las activistas transitan por
un primer acercamiento con la masculinidad hegemónica Connell (2003), ya sea por el
contexto de crianza, el vínculo con el padre, o por las dinámicas de relación cultural que
se producen cuando los excombatientes se reintegran a la sociedad civil, y vuelven a ver
como algunas de sus compañeros y compañeras caen en los mismos roles y estereotipos
de género, alejados de las dinámicas de poder que se pretendían horizontales dentro de la
organización, antes de la firma del acuerdo de paz en La Habana.
Al respecto, podríamos hablar de un contexto masculinizante (Méndez, 2002) que
es necesario modificar, y de hecho es modificado a partir de la introducción de nuevas
palabras en el discurso, como, por ejemplo, masculinidades insurgentes y libertarias o
liberadoras y valores asociados a ellas; la paternidad responsable, la insurgencia contra el
orden establecido, la liberación del cuerpo, a través del des-nudo, la palabra, la ternura,
la vivencia de la sexualidad, el respeto, el sentipensamiento etc., que se construyen como
nuevos marcos que contribuyen en la construcción de nuevas formas de ser hombre y
contribuir a la paz, desde la esfera de lo intrapersonal hasta lo público.
En cuanto a las relaciones que tienen las masculinidades no hegemónicas con la
paz, se pueden establecer una simbiosis, no se puede pensar la paz sin incluir las
dinámicas de género y las relaciones de los sexos en la esfera de lo privado y lo público.
La paz es una categoría polisémica, relacional, con una capacidad infinita de
transformarse y transformar la sociedad. La paz imperfecta que se vive en los espacios
territoriales de los firmantes de las FARC es un espacio de construcción único, en el que
se pueden transmutar la vivencia de los conflictos como oportunidades de avance social,
algunos ejemplos de ellos son: la comisión de género del partido, las campañas y
actividades políticas que se han venido trabajando desde el feminismo y la masculinidad
insurgente.
En el futuro, esperamos, que al menos en los espacios territoriales de capacitación
y reincorporación (ETCR) de las FARC se pueda hablar de nuevas formas de ser hombre,
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que el primer acercamiento de los niños no se haga a través de la masculinidad tóxica,
sino a través de otras formas de ser y estar en el mundo.
Estas nuevas masculinidades tienen que surgir de la mimesis y de forma centrípeta,
es decir, mediante el cambio que hagan los adultos, la imitación que hagan los más
pequeños y la reproducción cultural como elemento valioso y viable en la sociedad. Lo
más importante, en este sentido, que dejó la firma del acuerdo de paz de La Habana es
que se empezaron a ver valores morales nuevos para las relaciones de nero, que en el
plano de las palabras se empezó a discutir con fuerza en los territorios sobre la equidad
de género.
Por otro lado, los retos a los que se enfrentan las nuevas masculinidades son muy
grandes, ya que implican la construcción de una sociedad totalmente distinta a la que es
imperante, ahora. Pensar en lógicas no patriarcales, también, es abandonar la violencia en
el lenguaje, la beligerancia. Todo el tiempo estamos inmersos en el discurso de las luchas,
de la hegemonía, del combate, la pregunta que queremos dejar en el aire es: ¿y si nos
empezamos a pensar en discursos más cooperativos, en la no necesidad de disputar el
poder, sino de crear lazos de solidaridad, de amor y afectividad? Suena idílico, pero, es
viable, como lo demostró Muñoz (2001) en la naturaleza humana esta también la paz, la
cooperación, más allá de la violencia. Noha (2014) también nos mostró como las
sociedades humanas hemos logrado avanzar en el tiempo gracias a las redes y la
flexibilidad colaborativa, además, del cotilleo. En consecuencia, sería interesante pensar
en el cotilleo de la paz, en el rumor de la existencia de hombres que son capaces de sentir,
ser tiernos, mostrarse vulnerables, quitarse las armaduras. Que se liberan del macho y
regresan al buen vivir.
Para finalizar, los retos que tiene ahora el acuerdo de paz en La Habana son en su
implementación debido a la feroz resistencia que han realizado algunos sectores políticos
de la extrema derecha colombianos. La visión que nos han dado las activistas y los
activistas es que van andando en medio de todas las dificultades que esto implica. Pero,
ese camino no podría hacerse, sin el acompañamiento internacional que han ofrecido
distintos países al proceso y la ONU. Así mismo, se evidencia cierta preocupación por la
falta de políticas públicas urgentes con relación a las masculinidades nuevas, más allá de
actividades que no tienen continuación en el tiempo.
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